jueves, 11 de marzo de 2010

El papel de los filósofos según Avicena y su actualización

Avicena (980-1037) fue un filósofo, teólogo y médico persa que conjuntó la tradición islámica con el aristotelismo y el neoplatonismo. En su libro Cuestones divinas afirma que la Verdad sólo es revelada a aquél que entre los hombres ha alcanzado la perfección en su alma y ha adquirido costumbres equivalentes a las virtudes prácticas [p. 178]. Este hombre es el Profeta y su deber es promulgar la Verdad entre los hombres, pero se topa con la dificultad de intentar convencerlos a través de argumentos lógicos y metafísicos que la gente no tardaría en negar, discutir entre sí e incluso llegar a abrazar ideas contrarias al bien sobre el cual se cimenta el pueblo. Por este motivo el Profeta debe optar por promulgar la Grandeza y Majestad de Allah mediante símbolos y ejemplos que estén al alcance del pueblo [p. 180]. Sin embargo, para no desvirtuar la Profecía, el Profeta debe introducir entre los símbolos populares guiños destinados a los filósofos o "proclives al estudio" [ibídem] para que mediante ellos accedan a la Verdad.

Llama la atención que al Profeta se le encomiende preparar un discurso (el Corán) cuyo objetivo sea convencer al pueblo mediante la fe y además servir de guía en el camino hacia la revelación para los filósofos, los únicos capaces de acceder a la Verdad mediante la razón.


Me permito hacer un salto de 1000 años para retomar esta idea en la actualidad, momento en el que se puede comparar la figura del Profeta con cualquier individuo o institución que se diga poseedor de la verdad y se sirva de algún medio popular para convencer al pueblo de seguir su camino. El papel del filósofo, actualizando el pensamiento de Avicena, consiste en acceder a la verdad que subyace en el discurso de los profetas y analizarlo ya sea para consolidarlo como proponía Avicena o criticarlo como llegó a hacerlo más tarde Averroes y, por qué no, una vez hecha filosofía su reflexión convertirse en profeta y poner al alcance del pueblo su verdad.

jueves, 4 de marzo de 2010

Breve introducción a la antropología cultural

Desde las primeras culturas el hombre se ha interesado en responder la pregunta ¿qué es el hombre? y la mayoría de sus acciones giran en torno a la resolución de esa incógnita. La respuesta que se da varía en cada cultura aunque todas guarden elementos afines, por ejemplo la visión del hombre como proveniente de una divinidad es común a todas las culturas antiguas puesto que la delimitación de dichas culturas no sólo es cuestión de parámetros espacio-temporales sino que especialmente depende de la religión que profesan; así encontramos grupos judíos geográficamente dispersos que no por ello dejan de compartir los rasgos culturales que los caracterizan.

Pero no sólo es a partir de la reflexión religiosa que el hombre busca respuestas, sino también en su interacción con el medio y se sirve de la Naturaleza para darse un lugar. Para la mayoría de las culturas la naturaleza era parte de la creación divina, pero la forma de interactuar con ella variaba habiendo quienes situaban al hombre por encima de la naturaleza (judíos, cristianos y árabes), quienes lo ponían al mismo nivel ontológico (hindúes) y quienes veían en la naturaleza una vía para expresar sus sentimientos (chinos).

Una vez adoptadas respuestas religiosas y apoyadas en reflexiones acerca del medio en que a las diferentes culturas les tocó vivir, la idea del hombre se consolidó. Entre los judíos el hombre pasó a ser considerado hecho a imagen y semejanza de Dios, un dios que tenía contacto directo con el pueblo gracias a la revelación y los libros sagrados. De la tradición judía surgió una secta que vio en Jesús de Nazaret al mesías y lo comenzó a adorar como hijo de Dios, esta secta formó la religión cristiana que da nombre a la cultura que profesa su mismo credo. Los cristianos heredaron la idea de un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios pero completaron su concepción con ideas propias del cristianismo como la hermandad entre los hombres por ser todos hijos de Dios. Los musulmanes de religión islámica son un pueblo también emparentado con el judaísmo y el cristianismo pues el profeta Mahoma toma parte de las tradiciones relacionadas con Abraham (judaísmo) y recibe la revelación del ángel Gabriel (como Abraham y la Virgen María). Las condiciones medioambientales propias del territorio geográfico donde floreció el pueblo musulmán se traducen en escasez de alimento y bebida, por lo que el hombre se tuvo que hacer señor de la Naturaleza y definirse como tal. Algo ajenas a nuestra civilización se encuentran las culturas hindú y china. Los hindúes concibieron al hombre y a la Naturaleza como parte de Dios aunque a diferentes niveles de participación de lo divino y la cultura china vio al hombre como un ser en búsqueda de su naturaleza pero capaz de elegir su modo de vida independientemente del mandato divino que pasa a muy segundo plano.

El modelo de hombre que las culturas construyen genera un patrón de normalidad en cuanto a normas de conducta y con ello se arriba a la moral que a efectos prácticos consiste en definir qué comportamientos son considerados buenos y cuáles malos por una cultura. Del mismo modo en que las respuestas a qué es el hombre son diversas, la moral varía entre grupos humanos presentándose ideas como la judía, cristiana y musulmana en las que los mandatos divinos son reflejo de la moralidad del pueblo, la hindú en la que el hombre por ser parte de Dios está a su servicio pero sus actos lo acercarán o alejarán de él, o la china que ve en el hombre un ser ya sea bueno o malo en esencia pero con libertad de alejarse de su naturaleza.

Finalmente, como punto de partida de una reflexión antropológica propongo que la importancia de preguntarse qué es el hombre radica en que la respuesta dada fundamenta una forma de vivir o, en término más generales, que al reflexión sirve de cimiento para la acción.