jueves, 19 de mayo de 2011

Diferencia entre lo sagrado y lo profano

I. LO SAGRADO


Roger Caillois define lo sagrado como "una categoría de la sensibilidad… sobre la que descansa la actitud religiosa"[1] que a su vez reconoce lo sagrado como una fuerza “terrible y preciosa”[2] cuya “energía peligrosa”[3] Se desea captar para provecho propio.

Frente a lo sagrado el hombre religioso siente una dependencia íntima[4] pues aunque lo sagrado es una propiedad indivisible que puede pertenecer a cualquier ser, sólo una gracia mística es capaz de concederla[5].

Lo sagrado puede tomar los valores de puro e impuro que desempeñan un papel similar al del bien y el mal en la ética[6] pero como el mundo de lo sagrado es un mundo de energías, las nociones de puro e impuro se vuelven equívocas al depender de las circunstancias en que sea utilizada dicha energía de modo que la energía es ambigua hasta que pasa al acto y se vuelve unívoca: o pura o impura[7].

Esta ambigüedad en lo sagrado no se limita a lo puro y a lo impuro sino que desde antaño ya se confundían las palabras utilizadas para referirse a sus cualidades[8] como si lo sagrado suscitara “los mismos sentimientos que el fuego:… temor de quemarse… afán de encenderlo… emoción ante lo prohibido… creencia de que su conquista trae fuerza y prestigio… herida y muerte en caso de derrota… el bien y el mal… lo puro e impuro, santo y sacrílego"[9].

La ambigüedad antes mencionada no elimina la polaridad de lo sagrado cuya escisión “produce los buenos y los malos espíritus" de lo que se servirá la teología para distinguir en la divinidad el tremendum del fascinans[10] y sin embargo lo demoníaco comparte estos aspectos de lo terrible e interesante con lo sagrado “bueno”[11].

Para marcar esta polaridad, Lagrange diferencia lo puro como vitandum per accidens o aquello que el hombre debe evitar por su indignidad de lo impuro en tanto vitandum per se o aquello que en su esencia misma contiene algo por lo que debe evitarse[12]. A esta polaridad corresponde la de las potencias positivas que conservan y aumentan la vida, y la de las potencias negativas relacionadas con la muerte y la destrucción[13] y también la cotidiana oposición entre "el derecho y la destreza [que] manifiestan la pureza y la gracia; [y] lo izquierdo y lo zurdo [que representan] la mancha y el pecado"[14].

II. RELACIÓN DE LO SAGRADO CON LO PROFANO


Lo profano es lo "inofensivo… impotente y desprovisto de atracción"[15] y su dominio se presenta “como el del uso común, el de los gestos que no necesitan precaución alguna y que… dejan al hombre… ejercer sin restricción su libertad"[16]. Su definición es la de una nada activa que "envilece, degrada y arruina la plenitud" de lo sagrado, el ser respecto al cual se define[17] y sin embargo ambos son necesarios para el desarrollo de la vida puesto que lo sagrado es el medio en que ésta se desenvuelve y lo profano es “la fuente inagotable que la crea, la mantiene y la renueva"[18].

En su dependencia, lo profano busca a lo sagrado con el riesgo de degradarlo y a su vez lo sagrado fácilmente se derrama en lo profano y lo destruye. Para evitar esto, su relación se ha de reglamentar en normas que se llaman ritos[19]. Hay dos clases de ritos, los positivos que sirve para transmutar la naturaleza de lo sagrado o profano según las necesidades sociales y los negativos que mantienen alejado lo sagrado de lo profano[20]. Los ritos positivos consisten en ritos de consagración que introducen lo sagrado en un ser y en ritos de expiación que devuelven un ser al estado profano. Los ritos negativos, por su parte, constituyen una serie de prohibiciones que reciben el nombre de tabús[21]. Éstos, pese a carecer de justificación moral, se obedecen porque se tratan de una ley destinada a "mantener la integridad del mundo"[22] que los dioses establecieron al definir los límites de las cosas en estado amorfo[23].

El orden natural que los dioses definieron tiene gran relación con el social y se refleja en éste[24] de forma que "toda oposición natural… puede dar origen a normas" cuya función es evitar el contacto de los opuestos que en el pensamiento religioso supone una mancha[25].

Una forma de restituir el orden del mundo es mediante la consagración del sacrificio en que se entrega algo a lo sagrado que no pueda rechazar y lo convierte en deudor del donante[26]. Cuando lo sagrado paga su deuda, el orden del mundo se restablece. El sacrificio en cuanto privación de un bien o placer es principio de toda ofrenda y ascetismo[27] en que cada renuncia asegura la adquisición de un grado igual de "posibilidades sobrenaturales"[28]. El asceta puede aproximarse tanto a los dioses que se convierta "en rival de éstos"[29] de manera que rompa el equilibrio del mundo en beneficio propio. En este caso los dioses tientan al asceta "para desposeerlo de una potencia capaz de equilibrar a la suya"[30]. En la ofrenda se sacrifica una parte para obtener un bien mayor a lo sacrificado tal como acontece durante la consagración de las primicias. En dicha ocasión "se abandona la parte… para adquirir el todo"[31] pues todo comienzo plantea un problema que consiste en la introducción "de un elemento nuevo que debe integrarse al orden del mundo con el menor trastorno posible" porque de no ser así "se considera peligroso"[32]. Por regla general: "todo cambio de estado implica de igual modo un ofrecimiento de primicias destinado a absorber un peligro"[33] que pueda venir como consecuencia de un desequilibrio en el orden del mundo.

La pureza se puede adquirir “sometiéndose a un conjunto de prácticas rituales" cuya objetivo es separar del mundo profano al que va a entrar en contacto con lo divino[34]. Para no combinar ambos mundos existen "ritos de entrada y de salida que permiten pasar de un mundo a otro respetando su aislamiento"[35].

Por otro lado, lo impuro, incluso lo social, "es expulsado para que no contamine con su mancha a lo que lo rodea"[36] Debido a que "nada es más contagioso que la mancilla mística"[37].

A este respecto hay algo que llama la atención y es que los mismos ritos que preservan del contagio de la mancha, aíslan a la santidad[38]. Esto explica que lo divino y lo maldito, la consagración y la contaminación produzcan el mismo efecto sobre las cosas profanas: “las hacen intocables"[39].

La distinción entre sagrado y profano es evidente por su contraria naturaleza, pero dentro de lo sagrado, los límites de lo puro e impuro se difuminan como los del bien y el mal en el mundo profano.



III. POSTURA PROPIA


Lo sagrado y lo profano son dos conceptos opuestos. Lo sagrado contiene a la divinidad y lo profano no. Independientemente de la existencia de la divinidad, lo sagrado y lo profano se encuentran entre los hombres y sólo hay una forma de determinarlos: por el hombre mismo. El hombre en su relación con lo otro llama sagrado a aquello que le parece contener la divinidad. Su designación es subjetiva, así como también lo sería una supuesta revelación que le señalara lo que es sagrado. La subjetividad respecto a lo sagrado explica la ambigüedad que tanto remarca Caillois en su texto. Los hombres responsables de las religiones lo saben, por ello es necesaria una objetivación de lo sagrado. Esto se consigue por medio de la creación de una teología que certifique en ciertas personas la capacidad de definir lo sagrado. Este mecanismo implica la existencia de lo profano como aquello que no puede definir lo sagrado. Se crean las metáforas de la mancha y de la luz cegadora que protegen el privilegio de nombrar lo sagrado y se instaura una manera de aproximarse a lo sagrado: la purificación que consiste en adecuarse a los lineamientos que la teología marque.

Lo sagrado como concepto no podría existir sin lo profano, su contraparte, pues carecería de sentido hablar de algo que posee divinidad cuando todo es divino, por esto la postura de Zambrano en la que lo sagrado es la realidad como “lo anterior a las cosas”[40] vuelve inútil la utilización del concepto y su relación con algo profano pues en el fundamento, todo es sagrado. En este caso lo profano quizás pueda reducirse a lo accidental que el hombre define a partir de lo real que conoce gracias a los dioses.

Finalmente cabe mencionar que el estudio de lo sagrado y lo profano por referirse a ritos, tabús y prácticas, corresponde más a un estudio sociológico que a un estudio filosófico, como lo evidencia Caillois.

Sobre la existencia real de lo sagrado y lo profano, me inclino a pensar que el hombre no sería capaz de distinguirlo en caso de que exista pues ni siquiera se puede afirmar con certeza si Dios existe o no.



CONCLUSIONES


1. Lo sagrado y lo profano son conceptos que el hombre define a partir de su subjetividad.

2. Existe ambigüedad entre lo puro, impuro, sagrado y profano porque su determinación es relativa a la subjetividad de los hombres.

3. Aunque lo sagrado y lo profano se refieran a una divinidad, no es necesario resolver el problema de su existencia ni preguntarse por sus características puesto que lo sagrado y lo profano son categorías que se aplican efectivamente en el mundo de los hombres.

4. Lo sagrado y lo profano tienen gran relación con las prácticas religiosas de las sociedades, por lo que su estudio parece corresponder más a la sociología que a la filosofía si no se quiere entrar en el problema de la existencia de Dios y en la forma en que la divinidad pueda ser contenida en los objetos.


Notas

[1]Caillois, Roger. El hombre y lo sagrado. México: FCE, 2004. Pág. 12
[2]Ibídem. 15.
[3]Ibídem.
[4]Ibídem. 11.
[5]Ibídem.12-3
[6]Ibídem. 27.
[7]Ibídem. 27-8
[8]Ibídem. 28-9.
[9]Ibídem. 30-1.
[10]Ibídem. 31.
[11]Ibídem. 32.
[12]Ibídem. 37
[13]Ibídem. 37.
[14]Ibídem. 40.
[15]Ibídem. 15.
[16]Ibídem. 18.
[17]Ibídem. 14. Cit. a R. Hertz.
[18]Ibídem. 14.
[19]Ibídem. 16.
[20]Ibídem.
[21]Ibídem.
[22]Ibídem. 17.
[23]Ibídem.
[24]Ibídem, 19.
[25]Ibídem. 20.
[26]Ibídem. 21.
[27]Ibídem. 22.
[28]Ibídem
[29]Ibídem.
[30]Ibídem.
[31]Ibídem. 23.
[32]Ibídem.
[33]Ibídem.
[34]Ibídem. 33.
[35]Ibídem. 34.
[36]Ibídem.
[37]Ibídem. 35.
[38]Ibídem. 36.
[39]Ibídem. 36.
[40]Zambrano, María. Del nacimiento de los dioses. Pág. 21.

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