jueves, 19 de mayo de 2011

Lógica hegeliana y la dialéctica de los entes

La lógica no cambió sustancialmente desde que Aristóteles la propuso como instrumento que sirve para formular los razonamientos del conocimiento científico, sino hasta dos mil años después cuando Hegel consideró que no se había comprendido la verdadera constitución de la lógica ni sus objetivos, porque nadie había experimentado las ciencias de tal suerte que la lógica se le presentara al espíritu “como la verdad universal, no como un conocimiento particular al lado de otras materias”[1]. Y es que para Hegel la lógica es el estudio de las esencias despojadas de todo lo sensible concreto de modo que su objeto es el “pensamiento que concibe”[2] y no las reglas que lo rigen como se creía desde el Estagirita.

La innovación que Hegel hizo a la lógica tiene estrecha relación con la Fenomenología del espíritu en que se representa “a la conciencia en su movimiento progresivo, desde su primera oposición inmediata respecto al objeto, hasta el saber absoluto”[3]. El punto a rescatar aquí es el de la contradicción ya que sin ella las cosas no tendrían el movimiento interior que las caracteriza. Esta contradicción coincide en la lógica con la negación y se opone a lo positivo para dar lugar a un concepto que incluya lo positivo y lo negativo y que por tanto sea superior. En esto consiste la dialéctica y como se ve no se encuentra fuera de los dominios de la lógica hegeliana, antes bien se identifica con su contenido y es lo que la “impulsa hacia adelante”[4].

La consecuencia de sostener a la lógica como un movimiento dialéctico de las esencias sin más es considerar a la negación como constituyente del ser de las cosas y así la unidad de los seres sería la suma de sus contrarios[5]. La negación de las esencias les permite su actividad y progreso constante. Tal negación no puede ser otra cosa que la materia pues sin ella una esencia permanecería siempre igual[6].

En la materia, las esencias encuentran su contradicción. La unidad que forman la esencia y la materia permite la concreción y vitalidad de los seres por un lado y su objetivación por el otro.[7]. Esta postura no parece muy alejada de las filosofías platónica, aristotélica y kantiana donde cierta idea, substancia o noúmeno sirve de sustento a una materia, accidente o fenómeno cuya unión salvo en Platón constituye el ente.

Esta propuesta de la dialéctica como constituyente de los entes permite que todo pueda ser estudiado desde la lógica hegeliana, lo que supone una renovación y revalorización de esta ciencia.



Notas:
[1] Hegel, Ciencia de la lógica, 54.
[2] Ibídem, 41.
[3] Ibídem, 45.
[4] Ibídem, 50.
[5] Ibídem, 52.
[6] Hegel, El concepto de religión (México: FCE, 1986), 150-1.
[7] Hegel, Ciencia de la lógica, 55.

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